martes, 27 de noviembre de 2007

Agenda vacía sin ti

Soy una de esas personas incapaces de vivir sin agenda y sin móvil. Creo que podría soportar dos días sin ninguno de ellos como máximo, y sólo a cambio de un descanso rural, y con spa, por supuesto. Pero después volveré ansiosa a la vorágine del mundo acelerado, de los contactos superficiales, de la tecnología al servicio de la comunicación que tanto necesitamos hoy.
Mi agenda es la solución. Una larga y extensa lista de contactos siempre dispuestos. Una agenda completa, fácil, y tan imprescindible en los atardeceres tristes. Una agenda que resuelve proyectos universitarios, conflictos familiares, problemas laborales y llena vacíos emocionales. Repleta de sujetos que quizá no he visto más de dos veces en mi vida, pero ahí están, esperando ese momento de debilidad, esperando a que marque la tecla que me lleve a ellos para distraerme un rato.
Tantos contactos que no tendrían motivo de ser si les amara a todos. Una agenda que cobra sentido porque no la uso con las 4 personas que necesito para sobrevivir. Porque ellas no están en mi lista, están en mí, y para que vengan a escucharme no hay llamadas ni mails. Hay una mirada, un gesto delatador, un silencio cargado.
Tantos contactos y en definitiva, ahora que vienen fechas señaladas, es con vosotros, mis fieles cómplices, con quién quiero estar. Y la agenda y toda su lista caen en el absurdo, para recuperar, en burbujas de evasión, su sentido cuando todo lo que me importa falla.

Eva

domingo, 25 de noviembre de 2007

Los hombres también aman, también temen

Temo ver llegar un día
en que solo me queden,
palabras que recuerden
tu rostro de fantasía.

Temo perder la alegría
apresado por el desdén,
de palabras que proceden
de un tiempo de armonía.

Temo que puedas pensar
que no supe como querer,
al ángel que jure amar.

Temo de mi mente perder
versos con los que recordar,
los buenos momentos de ayer.

Carlos

jueves, 22 de noviembre de 2007

Rutinas y fobias conyugales

En eso consiste el verdadero amor: en detestar al otro por tantas pequeñas cosas y, a pesar de todo, insistir en quererlo.

Rosa Montero

martes, 20 de noviembre de 2007

El hombre que se enamoró del mar

“Si el mar es el símbolo del poder de Dios, la embarcación es la demostración de la capacidad del hombre”, Víctor Hugo.

Desde su hervor en la tempestad hasta su apaciguador sonido al atardecer, todo él es una contradicción que trata de entender la humanidad desde hace siglos. Cuánta literatura ha inspirado. Cuántos mensajes en una botella habrá transportado. Cuántas huellas habrá borrado y cuántos cadáveres descubierto. Cúanto fascina en el hombre tal fiera indomable. Cuántos tsunamis le debe a la Tierra. Cuántos naufragios más habrá planeado.
La mujer del marinero, que se fía del mar en recuerdo al Titanic, lo mira y el frío de sus olas se le cala en los huesos. Sabe que su marido, loco por el mar, entregado a su deseo por dominarlo, por poseerlo, por navegarlo y descubrir sus tesoros escondidos, la recuerda en cada puerto, cuando pone los pies en la Tierra, durante sus largos viajes. Mas sabe también que jamás podrá competir con su inmensidad, con su bello azul, con la profundidad de sus aguas, con ese gemido de las olas en la madrugada que tanto le excita. Y grita a su amado para que vuelva, temiendo que el traidor mar le ahogue. Y volviéndose loca le espera, ignorante y ausente, le espera mientras mira el mar cada noche de insomnio.
El marinero vive por ver despertar el mar al alba. Y ella, que vió como él le escribía en su playa palabras de amor eterno en la arena, es testigo ahora de cómo el mar las va borrando, poco a poco, con sus olas.

Eva

viernes, 16 de noviembre de 2007

Tu canción de cumpleaños

Contigo no existe el silencio porque tú siempre eres música. Suena tu melodía cada instante de mi existencia, sin pausas, incluso cuando no te escucho. Pueden taparme los oídos, chillarme en las orejas, dejarme sorda de por vida que tu serenata nunca para. Y a veces no comprendo cómo una canción tan dulce, tan ligera, tan refinada puede resultar tan fuerte y imponente. En cada compás de tu sonata, descubro nuevas notas eternamente puras, combinadas con la perfección de la armonía.
Son tus rasgos de musa y tu corazón de princesa los mejores instrumentos para deleitar. Tan bien te interpretan que si no hubiera nacido mujer me fundiría en tu partitura sin temor a ser una mera corchea, efímera y picada. Cada vez que te creas sola, piensa que yo siempre ando al son de tu maravillosa polifonía. Y espero no perder nunca el ritmo, ni siquiera en el infinito.

Escribirte me sabe a poco, me sabe a tópico. Porque sobre lo ideal se ha escrito demasiado.


tanto te quiero que ayer celebré tu cumpleaños sin ti.... sé que querías un retrato pero eso lo dejo para otro día

FELICIDADES EVA 22 AÑOSSS

TE QUIERO

Miriam

Felicitadla todos

miércoles, 7 de noviembre de 2007

lunes, 5 de noviembre de 2007

Pasar página

Cuando veo una de tus lágrimas me doy cuenta de cuanto te amo. Y me corroe la impotencia de no poder hacer nada por evitarla. Déjala caer, buena amiga. Deja que salga de ti todo cuanto te duele, y fluya en la nada.
Sé cuanto cuesta pasar página. Mas aún si no puedes hacerlo porque no has entendido lo que has leído, y te esfuerzas una vez tras otra en comprender, releyendo sin cesar las malditas páginas que te están robando tantas horas de sueño. Pero no debes quedarte anclada. Tienes los ojos desgastados de tanto leer esa página a la que te aferras. Pasa página con fuerza y verás que el siguiente capítulo no sólo es más ameno sino más apasionante. Y te darás cuenta que a veces todo tiene sentido si avanzas la lectura, y verás que las putas palabras a las que tanto valor le dabas son meras anécdotas de una historia que acaba de empezar.

Te quiero. Siempre estaré a tu lado, ayudándote a leer entre líneas.

Eva

viernes, 2 de noviembre de 2007

El juego de la infidelidad

Él se escapaba para verla alzada sobre sus tacones, revolcarse con sus veinte años y empaparse con su flujo inmaduro y fresco. Ella le esperaba para agarrarse a sus galones, trotar en su torso hasta alcanzar la infancia y rociarse con su lluvia viril e imponente. No se amaban: se necesitaban. Él anhelaba a su amante porque era pueril y alocada, pero amaba a otra mujer porque era sensata y comprensiva. Ella ansiaba a su adúltero porque era un sargento fuerte y severo, pero amaba a otro hombre porque era un soldado modesto y tierno.
Durante meses los dos siguieron jugando, cabalgando para tapiar sus carencias, acariciándose con máscaras puestas. Ella siempre joven, él siempre vigoroso.
Una noche, tras una sesión de pasión oculta, ella encontró en el uniforme del soldado una carta de amor de una mujer madura. Lloró, exasperó, gritó al son del horrible sentimiento de la alevosía. El dueño de su corazón ya no era humilde y blando, sino un farsante ruin. Y dejó de quererle con mucho dolor en el pecho.
Entonces llamó a su amante y le pidió que regresara para consolarla con su garra. Le rogó que usurpara su dolor como hacía con la dignidad de sus subordinados. Él accedió, pese a abandonar por primera vez a su mujer ante la puerta de un restaurante. “Hoy lo he dejado todo por ti”, le susurró al verla tan triste. Ella se estremeció ante su delicadeza y por primera vez en sus vidas hicieron el amor como si se amaran.
Al finalizar él no pudo contenerse: “quiero que estemos juntos para siempre; sin amantes, solos con el amor”, confesó. Ella se levantó de la cama, sorprendida. Miró a su sargento, antes tan fuerte e inflexible, y lo vio indefenso como caníbal sin dientes, dulce como montaña de azúcar. Le recordó a su soldado, pero con la pesadez de los años. Y comprendió que aquella noche su amante también la había traicionado.


En el juego de la infidelidad no se pueden violar las reglas. Reglas tan ocultas como el propio adulterio. Reglas que siempre, siempre se callan. Sola, sin mi amor y sin amante.



Miriam

jueves, 1 de noviembre de 2007

Bourne

Desde una mirada vacilante te estremece mientras se acaricia la nuca. Y llega y es inevitable darte cuenta, porque todo lo inunda con su energía. Parece un ligón superficial, pero resulta ser más ligón que superficial.
Se muestra tan seguro de sí mismo y de lo que dice que parece imposible no darle la razón. Mas si te mira a lo ojos sabes que no miente. Y si no te ríes con él es porque no tienes sentido del humor, ni sentido común, ni sentido del gusto.
La elegancia que desprende sería banal sin esa nobleza que transmite. Tan hombre que da miedo ser solo suya. Porque si te entregas no habrá marcha atrás. Porque la agonía de echarle de menos será más fuerte que no haberle gozado nunca.

Gracias Zihuatanejo por dedicarnos una descripción tan especial.
Besos de Nicole (Eva) y Ana (Miriam)

http://wanted-zihuatanejo.blogspot.com/